domingo, 3 de marzo de 2024

El comunal, su historia y proyección para entender el alcance de la Dehesa de la Villa como bosque comunal



El Proyecto de arrendajos de Madrid “El comunal, su historia y proyección para entender el alcance de la Dehesa de la Villa como bosque comunal” ha sido seleccionado por El Laboratorio ciudadano Dehesa de la Villa, formado por varias asociaciones de la zona de Tetuán, Madrid, junto a seis Proyectos más que pretenden impulsar la vida colaborativa en torno a la Dehesa de la Villa.

Los días 15 (a las 11:45) y 16 de marzo (a las 19:30), en la Asociación Espacios Comunes Lorenzana, C/ Lorenzana 2 Madrid, vamos a hacer propuestas, junto con quienes se apunten, para divulgar el pasado, presente y futuro del comunal en relación con la Dehesa de la Villa como bosque comunal.

Para participar en las jornadas de programación de los Talleres, los días 15 y 16 de marzo, hay de plazo hasta el día 13 de marzo para solicitarlo.

La información de las jornadas y los proyectos y cómo y dónde pedir la asistencia está en este enlace:

sábado, 20 de enero de 2024

La deforestación, la sequía y la crisis hídrica de la ciudad


Cada vez son más las ciudades, en todos los continentes, que preparan planes de evacuación, total o parcial, de sus vecindarios debido a que las progresivamente intensas y prolongadas sequías hacen improbable garantizar el abastecimiento de agua. Esto ya se efectuó en alguna urbe de nuestro país cuando la sequía de 1992-1994, y en el presente varías grandes ciudades de Cataluña y Andalucía miran con ansiedad al cielo, pues si no llueve pronto y en abundancia habrá que tomar medidas extraordinarias, dramáticas incluso.

Por todos los continentes los ríos, también los más caudalosos, suelen bajar con un caudal disminuido. En algún momento, cierto es, vuelve a llover, por lo general diluviando, y se recuperan, llenan sus embalses e incluso tienen lugar nocivas inundaciones, pero todo eso es el preludio de una sequía aún mayor. El canal de Panamá está infrautilizado porque los ríos y lagos que le abastecen de agua han quedado exhaustos por la pertinaz sequía, de modo que sólo barcos de pequeño y mediano tamaño pueden atravesarlo, lo que nunca ha sucedido en los más de cien años de servicio de dicha vía acuática. Por todo el planeta, las cosechas están empequeñeciendo por la sequía, en los cereales, la caña de azúcar, las hortalizas, el aceite de oliva, los frutales, el arroz, etc. Lo mismo sucede con muchas praderas y pastizales. Los bosques y las plantaciones forestales sufren e incluso sucumben al llamado “estrés hídrico”, con cada vez más árboles muertos, a veces bosques enteros. 

Las inundaciones más devastadoras siguen a las sequías más prolongadas, lo que indica que el clima se está haciendo desértico, propio de las áreas desarboladas. Viene siendo habitual que, debido a la escasez, irregularidad y baja calidad de las lluvias, así como al vaciamiento de los acuíferos, entre el 10% y el 40% de las tierras de regadío ya no puedan ser puestas en cultivo, pues no hay agua para todas. El calor excesivo en fechas inusuales, así como los vendavales que desecan la tierra, contribuyen a marchitar y deshidratar. 

Los árboles fructuosos, sometidos al vaivén de alteraciones climáticas descontroladas son menos productivos cada año. Sufren hoy frio intenso con tormentas de hielo y nieve, mañana sequía prolongada, luego vientos huracanados, a continuación, un calor nunca antes padecido, como consecuencia, el desplome de la humedad relativa del aire, cada vez más, el descenso de la capa freática, de manera que sus raíces ya no pueden llegar a ella en pos del agua, etc., En consecuencia, son menos fértiles, están más enfermos, padecen más plagas, requieren de más tratamientos fitosanitarios, se reproducen peor y mueren antes.

La expansión demente de la agricultura industrial y la ganadería en macrogranjas, destinadas a abastecer de alimentos a las ciudades, ha originado una destrucción a una escala descomunal, en los últimos cincuenta años, de los bosques y los montes arbolados. Así pues, estos ya no pueden cumplir su función de estimular el ciclo del agua, de propiciar las lluvias, de refrescar, nutrir y regular, de evitar los extremismos climáticos, desde las sequias a las heladas devastadoras y las ventiscas. Todo en el clima se ha descontrolado, de manera que, en determinadas áreas, en una misma semana puede haber temperaturas tropicales y heladas, sobre la base de una sequía omnipresente. Esos vaivenes antinaturales en las temperaturas caotiza, por ejemplo, la circulación de la savia, haciendo que el árbol se vaya degradando a un estado de confusión biológica primaria que lleva a su decadencia primero y luego a su muerte prematura.

Pero no es sólo la deforestación, la destrucción de los bosques, pues también cuenta el uso masivo de herbicidas, que destruyen lo verde vegetal en sus expresiones menores, cierto, pero no menos importantes para que el clima sea propicio a la vida. En efecto, cada hoja de hierba, de “mala hierba”, arroja a la atmósfera una cantidad de vapor de agua, infinitesimal sin duda, pero dado que las hierbas y sus hojas existen (existían…) por billones de billones, el efecto unido de todas ellas en la tarea de hidratar el aire era notable. El uso masivo de aquellos productos químicos, tan tóxicos, contribuye a explicar lo baja que es la humedad relativa del aire en la mayor parte de los meses del año, asunto particularmente funesto en nuestro clima mediterráneo[1]. Como es sabido, los montes arden igual antorchas en cuanto dicha humedad desciende del 30%... 

Pero eso, aun siendo grave, no es lo peor, pues con porcentajes tan bajos de vapor de agua en el aire no es posible que la flora toda, y también la fauna, puedan refrescarse con las manifestaciones de la lluvia oculta, sobre todo el rocío nocturno, propio de aquellas noches del estío en las que las temperaturas caen. El rocío favorece que las bellotas sembradas en el Proyecto Arrendajo, o las que se desprenden de manera natural de los quercus y queden disponibles para germinar, lleguen a hacerlo y luego resistan el calor veraniego durante sus primeros años de existencia. De ellas saldrán árboles que estimulen las lluvias, lo que dará continuidad y multiplicidad al ciclo natural del agua. Con tan baja humedad relativa las tormentas de verano se han hecho escasas, lo que es calamitoso, igualmente, para el arbolado…

Volviendo a la primera parte del artículo, hay que señalar que varias grandes ciudades de Cataluña y Andalucía están en una situación preocupante por la escasez de agua para abastecer a su vecindario. En todo el mundo hay cientos, quizá miles, de megalópolis en similar situación. Las autoridades toman medidas, restringir el uso del agua, prepararse para traer el líquido elemento en buques tanque, perforar nuevos pozos cada vez más profundos, realizar más trasvases[2], etc., pero todo eso es harto insuficiente, y a medio plazo insostenible, de manera que dichas ciudades tendrán que ser abandonadas, si no todas ellas al completo sí en un porcentaje de su población.

Las instituciones hablan de “calentamiento global” pero lo decisivo es la desecación global, la desertificación planetaria.

Así pues, va a ser el problema del agua el que ponga en evidencia la artificiosidad y negatividad de la ciudad, su naturaleza inviable e irracional. Metrópolis como Barcelona, Girona, Málaga, etc., y aglomeraciones como el Campo de Gibraltar, la Costa del Sol, etc. están al límite de sus capacidades por escasez de agua. Sin duda, esta vez, en esta sequía, todavía la cosa no llegará al extremo, lloverá y la situación se mantendrá. Pero mirando hacia adelante, en unos pocos años, el colapso hídrico es inevitable. Se debió haber aprendido la lección cuando la sequía de 1992-1994, pero no, del mismo modo que no se tomará nota de la sequía actual, que comenzó en 2021. 

En este desastre hórrido, y en lo que todavía queda por venir, ha terminado la llamada revolución agrícola de los años 50 a 70 del siglo XX, presentada por las autoridades como un prodigio y una maravilla capaz de resolver todos los problemas, comenzando por el del hambre en el mundo… En este y en otros muchos, comenzando por el declive acelerado de la fertilidad media de los suelos agrícolas. 

Es imposible aprender porque el sistema social actual es rígido e irreformable, no admite cambios más allá de cominerías e insignificancias. Sólo en condiciones extremas, catastróficas, apocalípticas, tomará medidas, siempre primando la propia supervivencia, disposiciones liberticidas, represivas y de una efectividad entre escasa y baja por un tiempo reducido, que al final lo empeorarán todo. Por eso se requiere, para cambiar razonablemente lo decisivo, de la revolución.

Así pues, al efectuar en la práctica el Proyecto Arrendajo estamos yendo por el buen camino, por el único camino.

Recordemos nuestro programa: 1) forestar y forestar, con bellotas sobre todo, pero también con otras especies arbóreas autóctonas, 2) reducir significativamente la superficie destinada a la agricultura, para retornar lo así recuperado en suelo al bosque, al monte y al pastizal, en la península Ibérica y en todo el planeta, 3) abandono de las ciudades, voluntario y paso a paso, efectuado por grupos, familias y personas que desean instalarse en el campo, dejando las megalópolis, 4) promover una alimentación alternativa basada parcialmente en plantas silvestres y frutos no cultivados, 5) sustituir las macrogranjas por la ganadería extensiva, comunal y de pequeños propietarios, 6) combinar de todos los modos posibles la agricultura, la ganadería y la silvicultura, 7) eliminar el latifundismo capitalismo agrario, estatal y de las grandes compañías privadas, fomentando la pequeña y mediana propiedad, en el marco de una sociedad agraria comunal regida por el sistema de concejo abierto y el derecho consuetudinario, 8) preparase para los tremendos sucesos por venir, que van a tener mucho de apocalíptico, viviéndolos activa y comprometidamente, sin temor y con fuerza transformadora, para lograr en su marco una modificación radical del orden social, político y económico. Eso es el meollo del Proyecto Arrendajo.

Cuando la escasez de agua sea tan crítica que muchas ciudades ya no puedan sostenerse, sumada ésta con otras muchas disfunciones, se habrá creado una situación posiblemente revolucionaria en el plano objetivo. En el momento en que, por ejemplo, Barcelona, ya no puede garantizar el abastecimiento de agua a su vecindario, entonces el prestigio y credibilidad del actual sistema de organización de la sociedad se verá muy seriamente afectado. Ese será el momento de pasar a la acción en pro del gran cambio revolucionario que preconizamos.

Mientras, sigamos por el único camino efectivo, el marcado por el programa e ideario del Proyecto Arrendajo.

Félix Rodrigo Mora
esfyserv@gmail.com
felixrodrigomora.org

[1] En la agricultura popular, comunal y de los pequeños y medianos propietarios, el desyerbado de los cultivos de secano se efectuaba a mano, como tarea comunitaria de ayuda mutua, labor que en Castilla se denominaba escarda. El vaciamiento de los campos por exigencia de la voluntad de poder estatal, realizada en las ciudades, dejó la ruralidad sin mano de obra suficiente para efectuar de ese modo tan imprescindible tarea, que ahora se hace con productos químicos letales. Es verdad que existen otros sistemas, desyerbado mecánico, por descargas eléctricas, con macro sopletes de gas, etc., pero tales son marginales. Sólo con campos llenos de personas, esto es, en una sociedad sin ciudades, puede existir la masa humana requerida por esta tarea, para que no se haga larga y agotadora. Por eso desaciertan quienes creen que los problemas medioambientales se resolverán cuando el capitalismo sea “regulado” por el Estado, teoría mussoliniana. Pero, ¿cómo haría el Estado para eliminar los herbicidas? ¿obligaría a millones de personas a ir a los campos a desyerbar a mano?, ¿o bien liquidaría las ciudades? Lo primero es irrealizable, además de contrario a las libertades individuales, y lo segundo es imposible, pues el Estado se organiza en ellas, de modo que le son imprescindibles. Así pues, no podría hacer nada, salvo seguir con los herbicidas. Los problemas, tan graves que padecemos exigen de una organización nueva de la vida social, pues no tienen solución manteniendo esta tal y como está para luego dotar al ente estatal de un poder aún más omnímodo que el que ahora posee. El ecologismo lleva ya más de medio siglo con su teoría fascistoide de la “regulación” y los efectos a la vista están. Por cierto, quienes la defienden suelen “olvidarse” de forestar. No aman a los árboles, pues todo su amor va hacia el Estado…

[2] Por suerte ya no discursean sobre las plantas desalinizadoras, uno de las peores estafas que la ideología de la modernidad y sus rufianescos sostenedores han realizado. En efecto, si algo ha sido un fracaso sonado son las instalaciones industriales destinadas a convertir el agua del mar, salada, en agua de uso general, dulce. Pero hasta hace muy poco se decía desde el poder constituido que no había por qué preocuparse, y que no era necesario reforestar, pues tales resolverían el problema del agua. Ahora sabemos que no es así. Sólo el 2-3 % del agua de uso general a escala mundial es de origen desalinizado, considerando que ésta es cara, muy contaminante y sobre todo de baja calidad, de modo que sólo con diversas operaciones añadidas puede utilizarse como agua de boca. Mientras el Levante ibérico padece una sequía estremecedora, porque hace ya seis meses que no llueve en condiciones, nadie se atreve a hacer mesianismo con la desalinizadora de Torrevieja (Alicante), la mayor de Europa, dada su conocida inefectividad, aunque es probable que las autoridades vuelvan a la carga, demagógicamente y a la desesperada, cuando las áreas turísticas y ciudades próximas, por no citar a las zonas hortícolas, yo no puedan ser abastecidas de agua, en unos años… Sin duda, cuando la crisis hídrica alcance el clímax, se acudirá a las desalinizadoras, y dado que estás originan litro y medio de desechos tóxicos, a devolver al mar, por litro de agua más o menos potable producida, el Mediterráneo será convertido en un nuevo Mar Muerto, a la vuelta de unos años. Así es la lógica del sistema vigente.

Por todos los continentes los ríos, también los más caudalosos, suelen bajar con un caudal disminuido. En algún momento, cierto es, vuelve a llover, por lo general diluviando, y se recuperan, llenan sus embalses e incluso tienen lugar nocivas inundaciones, pero todo eso es el preludio de una sequía aún mayor. El canal de Panamá está infrautilizado porque los ríos y lagos que le abastecen de agua han quedado exhaustos por la pertinaz sequía, de modo que sólo barcos de pequeño y mediano tamaño pueden atravesarlo, lo que nunca ha sucedido en los más de cien años de servicio de dicha vía acuática. Por todo el planeta, las cosechas están empequeñeciendo por la sequía, en los cereales, la caña de azúcar, las hortalizas, el aceite de oliva, los frutales, el arroz, etc. Lo mismo sucede con muchas praderas y pastizales. Los bosques y las plantaciones forestales sufren e incluso sucumben al llamado “estrés hídrico”, con cada vez más árboles muertos, a veces bosques enteros.



28 de enero, siembra de bellotas en Torre de Miguel Sesmero