La
Conferencia de las Naciones Unidad sobre el Cambio Climático, celebrada
recientemente en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, ha resultado ser una enorme,
costosa y ridícula pantomima. Allí se han juntado docenas de miles de
gerifaltes de todos los países, llegados en sus jets privados, así como otros muchos
activista-funcionarios, trepas de variada naturaleza, guardaespaldas,
prostitutas, traficantes de drogas y muchos más parásitos de toda laya y ralea,
por lo cual, como se ha dicho irónicamente, ha sido la cumbre del clima “con la
mayor huella de carbono de la historia”.
Todo ello para firmar un documento que, en
puridad, a nada compromete a nadie, pues vagamente anuncia que “la transición
energética” culminará en el año 2050, cuando cese completamente el uso del
petróleo, el gas y el carbón como combustibles, fecha en que toda la energía
(¡sic!) procederá de las renovables… Eso lo han firmado los Emiratos Árabes
Unidos que, año tras año, incrementa sus ventas de petróleo, Arabia Saudita,
que carece de otra fuente de recursos, por lo que está obligada a expandir su
producción, y demás tiburones de la ultra capitalista OPEP. Claro que éstos han
protestado un poquito por lo “excesivo” de la formulación, mientras que los
prebostes de la Unión Europea, siempre moralistas, les han abroncado, sólo un
poquito también, para organizar la adecuada representación teatral.
Las
gentes, por todo el planeta, están preocupadas, e incluso muy preocupadas, por
las anomalías climáticas y necesitan que se las proporcione alguna esperanza de
que existe solución. Ese ha sido el primer objetivo de la Conferencia, vender confianza
y esperanza a precio de saldo, argüir que todo se va a enderezar sin que se
tenga que hacer gran cosa, practicamente nada, pues el acuerdo final ha sido
elaborado para ser ignorado en la práctica por unos y por otros. Y otras
propuestas, la de forestar masivamente, por ejemplo, no las admiten.
A
los países fascistas musulmanes, islamofascistas, el haber actuado de
anfitriones les viene muy bien, pues su prestigio y credibilidad internacional
está a la baja, debido a que cada día se va conociendo mejor su naturaleza
totalitaria, liberticida y criminal. Desde lo del Estado Islámico de Irak y
Siria (2013-2018), que fue un despliegue espantoso de brutalidad, sadismo y
horror, resultante de la aplicación estricta del Corán, por todo el mundo han
ido creciendo las protestas, denuncias y resistencias contra lo que son y la
ideología que les guía. Muy recientemente, en noviembre de 2023, el pueblo de
Dublín se ha levantado en enorme y épica insurrección contra los crímenes de
los musulmanes fascistas llegados a Europa con la emigración. Así que la
Conferencia ha sido para ellos un taimado lavado de cara, un obsceno otorgamiento
de respetabilidad.
Para
los demás países, y muy particularmente para la Unión Europea, tal es,
sencillamente, una vergüenza. Han estado en Dubái codeándose con dictadores
ensangrentados, que nos respetan jamás “los derechos humanos”, cuyos regímenes
políticos son fascismo teocrático puro y duro, que en nada importante se
diferencian del régimen de Franco (1939-1976), o del nazismo. Sin libertades,
sin garantías procesales, sin libertad de expresión, con mano de obra esclava,
con preterición feroz de las mujeres, sin libertad de opción sexual, con
persecución y asesinato de no creyentes, agnósticos y ateos, etc., etc., etc.
Pero
regresemos a los problemas climáticos y medioambientales.
Aunque
se lograse la “descarbonización” en 2050, eso no atajaría el caos climático,
que está devastando el planeta y poniendo en peligro a la totalidad de las
especies vivas que lo habitan, en particular a la especie humana. Porque no
está probado, más bien al contrario, que sea el dióxido de carbono, o gas
creador del pretendido efecto invernadero, la causa del mal.
El
origen del calentamiento, de las sequías, del avance de los desiertos, de las
inundaciones que todo lo devastan, de las temperaturas veraniegas en pleno mes
de diciembre, etc., es la deforestación masiva, colosal, creciente, que resulta
de la agricultura industrial, cuya finalidad es abastecer de alimentos a las
grandes megalópolis del actual sistema megacapitalista y ultraestatizado. La
revolución agrícola impuesta en los años 50 a 70 del pasado siglo es la
causante. Esa es la culpable, sobre la base de las muchas atrocidades
anteriormente ya realizadas, por ejemplo, la descomunal deforestación que
ocasionó la desamortización (privatización) de los comunales en el siglo XIX
por el Estado español liberal[1].
Sin
revertir todo ello, sin retornar a una agricultura natural, vaciar las ciudades
para repoblar los campos, dejar de usar herbicidas y otros fitotóxicos y
reforestar masivamente, haciendo que por todas partes haya bosques, árboles,
arbustos, hierbas, prados, verdor, agua, frescor, temperaturas equilibradas
invierno/verano y día/noche, los problemas que padecemos, tan graves, no tienen
solución. No, no la tiene.
Así
pues, lograda, supongamos, la “descarbonización” en 2050 eso será irrelevante
para el clima. De manera que la crisis climática continuaría. Es más, se
agravaría, pues la enorme cantidad de tierras dedicadas a renovables,
aerogeneradores y placas solares, será también superficie terrestre vacía o
semivacía de arbolado, teniendo en cuenta además la toxicidad de unos y otras.
Ello empeorará los problemas, no los resolverá.
El
remedio no está en buscar con qué nutrir la fáustica avidez de energía del
sistema estatal-capitalista actual, sustituyendo los combustibles fósiles por
las energías renovables, sino en reducir radicalmente la necesidad de energía y
su uso. Con un 10%-20% de la que ahora se consume, basta y sobra. No más. Ese
es el remedio, rebajar el consumo, no escudriñar y habilitar nuevas fuentes
energéticas. Claro que el avance del militarismo, por la marcha hacia una nueva
guerra mundial interimperialista China-EEUU, hace eso inviable… salvo si nos
alzamos en revolución contra aquél.
En
concreto, la Unión Europea se propone llenar Europa de renovables no para
“descarbonizar” sino para alcanzar un elevado grado de autonomía energética, a
fin de estar en una posición más favorable en su pugna imperialista con el
imperio ruso, y también con China. Todo es geoestrategia, y nada, o apenas
nada, en ecología. La Unión Europea está constituyendo su ejército propio, el
Eurogrupo, que tiene ya unos 80.000 soldados, y el supuesto paso a las
“energías limpias” es su complemento.
Así
pues, lo único acertado es lo que propone y realiza el Proyecto Arrendajo, la
movilización de la sociedad civil popular para forestar, en concreto para
recoger y sembrar bellotas de los cinco tipos de quercus que existen en la
península ibérica, encinas, quejigos, alcornoques, robles y coscojas. Ello en
el contexto de un avanza hacia un gran proyecto revolucionario que elimine la
causa principal del mal, la existencia de las ciudades y, con ello, la
necesidad de ser abastecidas con un tipo de agricultura, industrial y a escala
colosal, que es medioambientalmente destructiva[2].
Porque
sin árboles y sin bosques es sin lluvias, sin frescor, sin clima equilibrado,
sin agua, sin flora, sin fauna. Puro desierto, el final de la vida en la
tierra.
Las
y los pícaros que se han tomado unas super consumistas y muy contaminantes
vacaciones gratis en Dubái, a las que han llamado pomposamente Conferencia
Mundial sobre el Cambio Climático, no han plantado árboles. Ni lo hacen ni lo
van a hacer, y ni siquiera proponen que se haga. Ellos no están para eso, para
trabajar con sus manos, son unos golfos que viven del cuento, del blablablá
medioambiental y ecológico. Pero nosotros y nosotras si lo hacemos. Con el
frio, con la lluvia o la nieve, pisando el barro o la escarcha, no importa en
qué condiciones, pagándolo todo de nuestro bolsillo, salimos a coger bellotas y
luego a sembrarlas. Y eso un año y otro y otro.
Pero,
atención, los problemas medioambientales y climáticos ya han entrado en una
fase de máximos. Las anomalías ya están afectando a las cosechas,
reduciéndolas, lo que se pone de manifiesta en la subida del precio de los
alimentos básicos. Por ejemplo, el del aceite de oliva. La PAC (Política
Agraria Común) de la UE, lleva decenios subsidiando el poner olivos, favoreciendo
la extensión del monocultivo olivarero, de manera desmesurada e irracional. Eso
se ha efectuado a expensas del bosque natural mediterráneo, lo que ha
ocasionado un descuaje enorme de encinas, alcornoques, quejigos y coscojas, así
como del monte bajo, arbustos y hierbas. Tal ha producido cambios climáticos
aciagos, veranos muy tórridos y largos, primaveras secas, lluvias menores y además
torrenciales, vientos huracanados bastante a menudo, que resecan los campos, etc.,
de manera que los rendimientos del olivar han comenzado a caer, también por la
lunática manera de laborearlo que impone el sistema de monocultivo, incluida la
chaladura de regarlo de forma inmisericorde con herbicidas[3]. Las consecuencias están a
la vista, los precios por las nubes. Algo parecido está sucediendo con el
almendro, el pistacho, el cereal, las hortalizas, etc.
En
resumen, las anomalías climáticas empiezan a manifestarse como escasez, no sólo
de agua sino de los productos alimenticios básicos. Por eso la pirotecnia
verbal de Dubái sólo nos ocasiona una mezcla de risa y rabia.
Bien,
nosotros a lo nuestro, a forestar.
Félix Rodrigo Mora